¡DIRECTOR DE PERUCINE.BLOGSPOT.COM ES RECONOCIDO EN ENSAYO E HISTORIETA POR UNA UNIVERSIDAD PERUANA PERTENECIENTE A UNA EMPRESA CUYA SEDE PRINCIPAL SE UBICA EN MARYLAND, ESTADOS UNIDOS DE NORTEAMÉRICA, Y QUE OFRECE SERVICIOS EDUCATIVOS EN 27 PAÍSES ALREDEDOR DEL MUNDO!
El texto dice: ¡FELICITACIONES PROFESOR JORGE VILLACORTA! Por ser
merecedor del primer puesto en las categorías de Cómic ("Horror") y
Ensayo ("El asesinato masivo como una de las bellas artes") en los
Juegos Florales del segundo concurso organizado por el área de
Humanidades. LAURATE INTERNATIONAL UNIVERSITIES. COMUNICACIÓN E IMAGEN EMPRESARIAL. COMUNICACIÓN Y PERIODISMO. https://www.facebook.com/imgn.upc.7/photos/a.1629342637292857.1073741828.1629205107306610/1803037556590030/?type=3&theater |
UNIVERSIDAD PERUANA DE CIENCIAS APLICADAS
JUEGOS FLORALES 2015 - HUMANIDADES
GENERO: ENSAYO
GRUPO: PROFESORES
SEUDÓNIMO: MCLUHAN
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El asesinato masivo como una de las bellas artes
A
partir de la escritura de un cuento que fue mal recibido por sus tres lectores,
percibí con gran evidencia la necesidad vital que tiene el mundo contemporáneo
por la experiencia de la muerte. Según sus críticos, mi cuento ofrecía muerte y
destrucción al inicio para luego desviarse por otros caminos, lo cual les
causaba bastante malestar porque ellos leen para encontrar satisfacciones. Y
para experimentar tales satisfacciones requieren de formatos establecidos: un
cuento debe parecer un cuento e incrementar la emoción del inicio
progresivamente hasta culminar con su máxima intensidad al término del mismo.
Es decir, exigen el modelo establecido por las películas de largometraje
estadounidenses. Quizás no todas son así, pero en su gran mayoría se guían por
este principio. A partir de esto deduje que Marshall McLuhan tenía muy en claro
lo que afirmaba cuando prescribió “el medio es el mensaje”. Porque me es
evidente que el formato cuento es un formato históricamente condicionado que
satisface las necesidades hegemónicas de una clase social.
Pretender
desvincular el medio (el cuento, la película) de su uso particular a favor de
intereses específicos y hacer pasar este uso como general, es una manipulación
política tan extendida que casi se vuelve inconsciente entre quienes la
emplean. Si fuese cierto lo que afirma McLuhan sería suficiente saber que
estamos ante un cuento para experimentar las sensaciones que nos producirá, sin
necesidad alguna de acometer la tarea de leerlo. Si fuese cierto lo que
promulga McLuhan, ya no sería necesario observar la película para experimentar
sensación alguna: bastaría con saber que elegimos un filme de “suspenso” para
sentirnos inquietos, uno de “acción” para que corra la adrenalina en nuestro
cuerpo, un largometraje romántico para que nos palpiten los corazones de amor
eterno, un filme de “terror” para que nos sintamos espantados hasta la locura,
uno de “vaqueros” para que se reafirme en nosotros la autosuficiencia, la
individualidad, la rudeza y el ingenio para la supervivencia. El “género”, al
margen de la narración objetiva, devendría el activador de nuestra respuesta.
Esto, obviamente, puede funcionar bastante bien en una “sociedad de masas”
durante la reproducción mecánica de los mensajes en su vertiente capitalista,
porque al capital le importa poquísimo la vida social si es que no obtiene
beneficio económico. Ya no importa la realidad y sus variantes, su concreción
inimitable. Lo que interesa es la muerte de la experiencia por la
industrialización del gusto, la parcelación de la vida cotidiana en tiempo de
trabajo y tiempo libre y la creación de categorías específicas para “el
disfrute” del tiempo libre. El capital exige desgajar aspectos de una realidad
en la cual están vinculados, para ofrecerlos como mercancía. Hay que
cuadricular la conciencia y pasar por alto la unidad de la experiencia vital
humana. Hay que ignorar que toda película tiene aspectos de suspenso, acción,
terror, romance y sobrevivencia. En resumen, hay que agigantar y minimizar las
vivencias para poder ofrecerlas como productos originales. En la medida en que
sea monstruosa una realidad, dada su desarmonía, clasifica como elemento
ideológico y mercantil en el capitalismo. Y esto nos conduce a considerar que,
en efecto, el asesinato masivo es una de las bellas artes en el mundo
(capitalista) contemporáneo.
Mi
cuento ofrecía muerte y destrucción pero, según sus críticos, no cumplía con su
promesa. Desde mi punto de vista, lo narrado explicaba perfectamente por qué no
podía ofrecerse muerte y destrucción al final de lo narrado. Pero, a los
críticos les importó poco. El modelo narrativo estadounidense es el
predominante y apartarse del mismo solamente puede hacerlo una persona carente
de razón, de experiencia, o cuyo talento afronta una crisis tal vez
irreversible. Naturalmente, el capitalismo estadounidense pervive gracias a
ofrecer “lo que le gusta a la gente” y en este sentido, su vida necesita de
condicionar a los lectores a sus propias necesidades. El capital estadounidense
necesita un consumidor global que responda automáticamente a sus estímulos de
modo correspondiente a sus intereses. Este condicionamiento, absolutamente
evidente, está justificado como la norma del “buen juicio”. Son inaceptables la
variantes que se aparten de lo establecido. Todo capítulo de NCIS (serie de
televisión sobre miembros de la marina estadounidense que se dedican a
investigar crímenes) comienza con un asesinato, gira alrededor del mismo y por
último lo explica. Todos los episodios siguen la estructura básica. Los
guionista de NCIS no prometen muerte y destrucción, comienzan con ella, la
examinan fervorosamente en sus aspectos desconocidos y luego nos indican las
motivaciones humanas tras tales sucesos. NCIS tiene doce temporadas. ¡Doce!
¡Debe ser una serie muy popular en los EE.UU! Y también en otras partes del
mundo. Lo macabro está a la orden del día. La muerte y la destrucción cobran
vida en la figura del zombi. Los zombis nos invaden: tanto en la fantasía como
en los contenidos de la oferta televisiva estadounidense. Se encuentran zombis
en el cine y las historietas provenientes de EE.UU. Los zombies de la narrativa
lúgubre generan las delicias de los zombis de la sociedad capitalista.
Zombificados por la avalancha de zombis que pueblan su imaginación, los
pobladores del “mundo libre” celebran la vida bajo el capitalismo consumiendo
ingentes cantidades de historias sobre los vivos que se murieron mal porque no
se quedaron muertos sino que regresaron a la vida.
No
se puede culpar a los zombies de esta situación sino a los vitales capitalistas
estadounidenses, que desean mantener con vida a un sistema socioeconómico que
ya falleció muchas veces pero que vuelve a vivir una y otra vez. La historia
del capitalismo es una historia zombi. La “industria” de los medicamentos no
investiga para curar enfermedades porque no es viable como “modelo de negocio”.
Hay que “investigar” en la dirección de medicamentos que sirvan para paliar
enfermedades crónicas porque allí si hay ingresos a futuro. Los pacientes
zombis engendrarán las rentas que permitirán vivir a la industria del sistema
socioeconómico zombi. Empresarios y consumidores son cadáveres a nivel
espiritual pero sus cuerpos aún andan. Los zombis solamente son una proyección
del ser social bajo el capitalismo.
Entonces,
tenemos que admitir que esta pasión generalizada por los asesinatos y la muerte
está muy extendida en la sociedad global capitalista. NCIS es solamente una
señal del fenómeno. De hecho, las versiones de la realidad capitalista
expresadas en los noticiarios también están plagadas del mismo contenido. La
bomba colocada en la Maratón de Boston el 15 de abril de 2013 volvió a colocar
al territorio y a la población estadounidense en las portadas de los diarios
del mundo entero. Fotografías perturbadoras llenaron las portadas de los
diarios de cada rincón del planeta Tierra. ¡Es que la realidad es terrible! O
al menos eso claman los diarios que dependen de las agencias transnacionales de
la información. Sucesivos investigadores independientes establecieron lo que ya
se suponía que era: un montaje de los servicios de espionaje estadounidenses. Al
igual que el ataque “terrorista” en Nueva York el 11 de septiembre de 2001 o el
atentado en Oklahoma City el miércoles 19 de abril de 1995, las
representaciones macabras que pasan por ser verdaderas ante los consumidores de
informaciones sirven para mantenerlos subyugados por la fascinación del horror.
Ya no se sabe si hay una relación sadomasoquista entre los dirigentes de la
sociedad estadounidense y sus subordinados. Mientras más historias siniestras
hacen “vivir” a sus pobladores, los líderes estadounidenses son más aceptados.
Sin su ración periódica de muerte y destrucción ficticia los estadounidenses no
pueden vivir. Requieren de estas representaciones para poder luchar otro día
más para lograr encarnar “el sueño americano”. Para ellos es imprescindible que
exista esta perversión del espíritu. Al ser tantos y estar tan extendida esta
situación, tal perversión tiene que ser considerada de otro modo, pues es el
patrón. Tiene que se pensada como perteneciente a las bellas artes, pues da
sentido a la existencia de tantos estadounidenses. El asesinato masivo es el
ritual estadounidense. En EE.UU. todo se supone que es más grande, más
colorido, más espectacular. Si el cristianismo tiene su asesinato individual
representado una y otra vez en la figura de Cristo, el mundo estadounidense lo
ofrece al por mayor con sus técnicas de Hollywood. EE.UU. tiene la ventaja en
la representación de la muerte e innova constantemente porque cuenta con
dedicados especialistas que anhelan hacer su mejor trabajo para tener ingresos
que les permitan pagar sus cuentas. El cristianismo poco a poco va perdiendo
colorido. El hombre semidesnudo que viste taparrabo y ha sido masacrado y
clavado a unos maderos ya nos es tan perturbador como las imágenes que desbordan
de los diarios, la televisión, el cine y las historietas. La industria del
horror pasa del Vaticano a Hollywood. El crucifijo va pasando de moda porque la
industria capitalista estadounidense tiene que crecer y ahora ofrece más
muertos, más destrucción. Claro que en los países del capitalismo dependiente
el hombre individual crucificado, el perdedor, todavía será popular por mucho
tiempo, pues estos países también son perdedores a nivel mundial dada la
división mundial capitalista del trabajo. Pero los ganadores en la masacre
económica mundial pueden darse el lujo de fingir muertes masivas porque tienen
el capital para lograrlo, cuentan con personal entrenado y mentirosos
profesionales que pueblan su Congreso y las posiciones claves de sus fuerzas armadas.
Las instituciones políticas, en su punto más alto, son solamente una obra
teatral en los EE.UU. Los actores que representan a los senadores y secretarios
de defensa o generales pasan de Hollywood a sus cargos políticos con la gracia
que les permite su talento y el hecho de que las películas y los actos públicos
se filman en las mismas escenografías. Todo es una farsa de gran proporción
gestionada por los capitalistas- Y el pensamiento capitalista estadounidense
desea una farsa cada vez mejor, más sofisticada, con colores más brillantes,
más entretenida y espectacular, más zombificante, más difícil de identificar
como farsa. El asesinato masivo ahora se vuelve una de las bellas artes y el
Mago de Oz derrama una lágrima de orgullo ante la gran obra de sus discípulos. Todos
sonríen en Kansas.
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Aula Magna de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas sede Villa momentos antes que comenzaran a llegar los asistentes a la premiación de los Juegos Florales 2015. |
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