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'La mano del amo
Sobre todo a partir de la Guerra Fría, la CIA tuvo
influencia y en ocasiones colaboró con muchas producciones de Hollywood.
Pero de esta relación circula muy poca información, al punto de que no
resulta tan fácil probarla. Aquí, un mapa de quienes investigaron la
mano de la agencia en las películas y de aquellos films que recibieron
asesoramiento, a veces para imponer un punto de vista, a veces para
confundir a los actores.
Por Mariano Kairuz
“La
historia de cómo la CIA se involucró en Hollywood es un cuento de
engaños y subversión que parecería improbable si alguien lo llevara al
cine”, escribieron los periodistas Matthew Alford y Robbie Graham en un
artículo publicado en The Guardian en 2008, a propósito de esta relación
(que cualquiera sospecha que existe) entre la agencia de inteligencia y
la mayor industria del espectáculo del mundo, pero de la que existe o
circula muy poca información. Argo, el film de Ben Affleck, alcanza a
sugerirla, pero en última instancia parece limitarla a su propia
anécdota, el espectacular rescate de los seis empleados escapados de la
captura de la embajada norteamericana en Irán. “El modelo para este tipo
de conexión –escriben Alford y Graham–, es la relación abierta, pero
raramente publicada, de los lazos entre Hollywood y el Departamento de
Defensa.” El caso del Pentágono, que lleva décadas funcionando como
“consultor” y proveedor amigable y relativamente barato de vehículos de
guerra, escenarios, armas y un largo etcétera a películas de guerra,
espionaje y afines, ha sido investigado por David Robb y quedó
testimoniado en su libro Operación Hollywood (editado en castellano por
Océano y hasta hace un tiempo disponible en saldos en las librerías de
la avenida Corrientes). En sus páginas se presenta a Phil Strub,
responsable del nexo entre una parte y otra, y se detalla el tipo de
condicionamientos que entraña esta colaboración: si un productor quiere
contar con la colaboración de la Fuerza Aérea o la Marina para filmar
escenas de su película a bordo de, digamos, un portaaviones, el tal
Strub debe poder leer el guión antes, juzgar si está de acuerdo con el
tipo de retrato que se hace en la película de la fuerza en cuestión y
permitirse sugerir cambios cuando no es así. Por eso es que el libro
lleva por subtítulo “la censura del Pentágono”. Por otro lado, la
académica norteamericana Tricia Jenkins publicó un libro similar sobre
el nexo de Hollywood con la CIA, aún inédito en castellano, resultado de
una investigación por la que se entrevistó con, entre otros, Paul
Barry, el hombre que a mediados de la década pasada se convirtió en el
contacto de Langley con California –y el segundo en ocupar este puesto,
desde el retiro de Chase Brandon, quien lo inauguró, en 1995–, quien le
explicó el origen de su “puesto” burocrático y por qué la CIA fue la
última de las agencias gubernamentales –después del FBI, el Servicio
Secreto, el Instituto Nacional de la Salud y el Departamento de
Seguridad Interior– en “desclasificar” su relación con Hollywood y darle
un estatuto formal. “Creo que la CIA tardó en crear este nexo formal
con la industria del entretenimiento –decía Barry–, porque culturalmente
la Agencia ha estado concentrada en nuestras misiones en el extranjero y
la mayoría de nuestro personal trabaja encubierto. Nuestra filosofía
parecía indicar que no debíamos prestar mucha atención a la percepción
pública de la Agencia, pero eventualmente nos dimos cuenta de que el
interés de la industria en la CIA iba a continuar tanto si
participábamos como si no lo hacíamos. Entonces decidimos que sería
mejor para nosotros intentar trabajar con la industria para ayudar a
mejorar la comprensión y la precisión de las historias que cuenta. No
hay que subestimar la influencia de Hollywood. Muchos norteamericanos
están dispuestos a aceptar el mensaje de Hollywood y muy pocos
intentarían hacer ningún tipo de investigación para establecer la
verdad. Esto se ve reafirmado por los emails públicos que recibimos: en
la mayoría de los casos, Hollywood es la única manera en la que el
público aprende sobre la Agencia y los norteamericanos muy
frecuentemente dan forma a sus juicios sobre nosotros basándose en las
películas. El problema se ve agravado cuando se nos retrata como
mercenarios y asesinos. Por más que sé apreciar cierto nivel de licencia
artística, nada podría estar más lejos de la verdad.”
Pero Alford y Graham insisten en que, mientras que las
intervenciones e “intercambios” del Pentágono y los productores de cine
–que han incluido acciones tales como cambiar la identidad de un heroico
personaje militar de La caída del Halcón Negro porque en la vida real
era un violador de menores de edad o la anulación de un chiste sobre la
derrota de Vietnam en una de James Bond–, “por muy moralmente dudosas y
escasamente publicitadas que hayan sido, al menos ocurrieron en el
dominio público”, no puede decirse lo mismo de las colaboraciones con la
CIA, “que hasta hace muy poco fueron directamente negadas por la
Agencia; esto es, hasta que en 1996 anunciaron con cierta fanfarria la
creación de la Media Liaison Office, supuestamente para funciones
estrictamente de asesoramiento”.
Este anuncio contaba con un antecedente: un informe compilado en
1991 por un nuevo departamento del director de la CIA, Robert Gates, que
se preguntaba si la agencia no debería ser un poco menos “ocultadora”.
El informe reconocía que la CIA había desarrollado vínculos con
periodistas de todos los medios –gráficos, televisivos– y que esto les
había permitido convertir algunos relatos de fracasos en noticias de
éxito y heroísmo, revelando que además, en el pasado, había “persuadido a
varios reporteros de posponer, cambiar, detener o incluso desechar
historias que podían afectar la seguridad nacional”. El mismo informe
admite que ha participado activamente en la revisión de proyectos
cinematográficos, de ficción y documentales, a pedido de productores,
guionistas y directores, para guiarlos “en términos de precisión y
autenticidad”. Es decir, sin manifestar interés alguno en la enorme
capacidad de influencia y manipulación de la industria del cine y la
televisión. Cosa que Alford y Graham ponen en duda, enumerando solo una
parte de la infinita lista de producciones recientes que han contado con
expresa colaboración de la Central de Inteligencia: entre ellas, The
Agency, miniserie producida por Wolfgang Petersen, coescrita por un ex
agente y filmada afuera y adentro del cuartel central de Langley, y en
la que un capítulo mostraba a la Agencia salvando la vida de Fidel
Castro; o el telefilm con Tom Berenger In the Company of Spies (1999),
sobre un agente retirado que vuelve para una última, heroica misión
–salvar a unos oficiales secuestrados por Corea del Norte– y para la que
CIA ofició una presentación y prestó escenarios y extras; o La suma de
todos los miedos, cuarta película de la saga protagonizada por Jack
Ryan, del novelista Tom Clancy, quien es un viejo conocido de la
Agencia, desde que en los ’80 fue invitado oficialmente a visitar
Langley, tras el éxito de su libro La caza al Octubre Rojo. A los
productores de La suma de todos los miedos –en la que el nuevo Jack Ryan
era nada menos que... Ben Affleck– les dio un tour por las
instalaciones de la CIA nada menos que su director, George Tenet. Los
títulos siguen y hasta crecen en importancia: Charlie Wilson’s War, con
Tom Hanks; El buen pastor, de y con Robert De Niro, etcétera.
La historia de este affaire se remonta largas décadas. Unas cartas
descubiertas en la biblioteca presidencial Eisenhower, firmadas por el
agente secreto Luigi G. Luraschi, un ejecutivo de Paramount que trabajó
para la Junta Psicológica Estratégica (PSB en sus siglas en inglés) de
la CIA, revelan el alcance de las intromisiones de la agencia en la
industria del cine a comienzos de la Guerra Fría: entre otras
aberraciones, Luraschi había cerrado algunos acuerdos para que varios
directores de casting pusieran en las películas “actores negros bien
vestidos” (incluyendo un mayordomo “dignificado”, con frases en el
diálogo destinadas a demostrar que es un hombre libre, en Sangaree, de
1953), o que se quitaran algunas escenas del film Arrowhead (1953) que
dejaban una mala impresión sobre el trato que se daba en EE.UU. a los
apaches. Todas intervenciones cuyo objetivo era combatir la noción de
segregación racial que el enemigo soviético sabía explotar muy bien para
relativizar el éxito de la “democracia” occidental. La CIA estuvo
también detrás de la compra de los derechos de dos adaptaciones al cine
de la obra de George Orwell, el film de dibujos animados Rebelión en la
granja (1954) y la versión de Michael Radford de 1984 (1958) en los que
se buscó hacer pequeñas alteraciones que ayudaran a demonizar a los
soviéticos, así como del intento infructuoso de convencer a Frank Capra
de que filmara una secuela de su documental propagandístico de la
Segunda Guerra (Why We Fight), pero sobre la Guerra Fría (título
tentativo: Why We Fight The Cold War) o de las modificaciones en la
primera versión fílmica de El americano impasible (en la que el
americano asesinado resulta ser no un fabricante de bombas, sino de
juguetes) que llevaron a Graham Greene, autor de la novela, a
desvincularse de la producción.
“Pero las verdaderas razones por las que la CIA adoptó un papel de
consultor en estas producciones –alegan Alford y Graham–, se ven con
nitidez en un único comentario de un ex consejero general de la CIA,
Paul Kelbaugh. En 2007, Kelbaugh dio una charla sobre la relación entre
Hollywood y la Agencia en una universidad de Virginia, que fue reseñada
por un periodista local, quien recordaba que Kelbaugh les había contado
sobre su experiencia a lo largo de todo el rodaje de la película El
discípulo (The Recruit, 2003) con Al Pacino como un agente veterano y
Colin Farrell como el chico nuevo al que recluta. Kelbaugh estuvo ahí a
título de asesor, pero su verdadero trabajo era confundir a los autores
de la película; o según lo citaba el artículo: ‘No queríamos que
Hollywood se acercara demasiado a la verdad’.”
Título: ORWELL SUBVERTIDO: LA AGENCIA CENTRAL DE INTELIGENCIA ESTADOUNIDENSE Y EL RODAJE DE "REBELIÓN EN LA GRANJA". Autor: DANIEL J. LEAB.
Title: "ORWELL SUBVERTED. THE CIA AND THE FILMING OF ANIMAL FARM." Author: DANIEL J. LEAB.
http://leonidaszegarra.blogspot.com/2012/02/la-virgen-de-copacabana-en-ejutv.html
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